MANERAS DE REZAR SEGÚN
SANTA TERESA DE JESÚS
Representad al mismo
Señor junto con vos y mirad con qué amor y humildad os está enseñando; y
creedme, mientras pudierais, no estéis sin tan buen amigo. Si os acostumbráis a
traerle cabe vos, y Él ve que lo hacéis con amor y que andáis procurando
contentarle, no le podréis -como dicen- echar de vos; no os faltará para
siempre; os ayudará en todos vuestros trabajos; le tendréis en todas partes:
¿pensáis que es poco un tal amigo al lado?
Teresa de Jesús, Camino de la perfección 26, 1.5.
I
¿Qué es rezar?
“La
oración mental no es otra cosa que un trato de amistad, estando muchas veces
solos en este trato con aquel de quien sabemos que nos quiere.” (Vida 8,5)
Te invito a algo tan
sencillo como vivir la amistad con Jesús y alimentar el silencio, en el
encuentro personal… en la oración.
Como con cualquier
amistad, necesita algunas condiciones para que dure y se haga más fuerte. Para
llegar a ser orante has de tener cuidado de:
Tus relaciones con los
demás: respeto, amor, solidaridad, perdón…
La relación contigo
mismo.
Tu relación con Jesús
Y otra cosa:
“determinada determinación” Sólo si empiezas con decisión y entusiasmo, sin
preocuparte de las dificultades (que llegan), con constancia…, encontrarás los
frutos duraderos de la amistad con Jesús.
II
Antes de empezar
Pasemos al momento
concreto de la oración. Si empezamos de cualquier manera, podemos encontrar
muchas dificultades. Para “ponernos en situación”, te pueden ayudar estas
pequeñas pautas:
- Busca un ambiente adecuado y de silencio
- Prepara un texto del Evangelio, puede que un símbolo, un canto, una imagen: te ayudara a fijar la atención en Jesús.
- Adopta una postura relajada que te ayude a centrarte, a situarte desde dentro.
- Poco a poco, toma conciencia de tu respiración, de tu cuerpo, de tu interior, para estar en ti sin dispersión.
- Centra ahora tu atención en Jesús, en su presencia amorosa en ti y en todo.
III
Entrando en la plegaria
Ahora debes encontrar
tu propia manera de rezar, según tu manera de ser, tu sensibilidad y tu
situación. Lo importante es girarse hacia Jesús, contemplarlo y entrar en su
misterio con la ayuda de su Espíritu.
Te pueden servir estas
sugerencias:
- Representarlo vivo en tu interior.
- Mirarlo, adentrarte en alguna de las escenas evangélicas.
- Contemplar una imagen de Jesús o repetir una frase breve que exprese lo que quieres decirle.
- Recitar muy pausadamente el Padre Nuestro, su oración, saboreándola.
IV
Más adentro
El centro de nuestra
oración es la persona de Jesús. No importa como hayas entrado, la clave está en
estar a su lado, dejarte mirar, escucharlo, acoger su luz para conocerlo a él,
entrar en su misterio desde tu propio corazón y dejarte envolver por su
presencia.
Está
allí con él, con el entendimiento callado, mira que te mira, hazle compañía,
habla y pide y disfruta con él. Pídele acertar contentándolo, porque todos los
bienes te han venido de él.
Es el momento de
recibir el don de Dios, de dejarle a él la iniciativa para actuar. Es momento
también de responder: una palabra, un gesto, un sentimiento, una petición.
Sobre todo es tiempo de reconocer y agradecer -¡su amor hace obras grandes!-. Tiempo
de pedir poder conocer su voluntad, de saber cómo te sueña Dios en tu vida
concreta.
V
Alguna cosa se mueve
La oración no es un
momento, es un camino. Te irá descubriendo poco a poco quien es Jesús, su
misterio, sus valores, su propuesta, sus sentimientos y el amor con que te
acoge y te busca… Al mismo tiempo, te ayudará a conocerte personalmente de otra
forma, quien eres. Y como vives. Mirar a Jesús y mirar mirarte tal como Dios te
ve y te sueña. No descuides eso, aunque no sea el centro, porque nada más así
podemos vivir en la verdad. No hay oración si no es en la verdad, ¡Cómo pasa
con la amistad!
También se irá
concretando la llamada que Jesús te hace a vivir en libertad interior, la
verdadera libertad que da el Evangelio. Sean cuales sean tus circunstancias, te
invita a vivir con él y como él. Ser orante es vivir el seguimiento de Jesús
con todas sus consecuencias.
VI
¿Y después?
A menudo, la oración
será tiempo de paz, de alegría interior, de luz…, pero no siempre. Tu momento
personal, tu situación, la interpelación en que te encuentras…, hacen que los
sentimientos que nacen de la oración sean siempre diferentes.
No evalúes tu oración
por esto. Lo que importa es que se produzca el encuentro, que tu actitud sea de
atención amorosa y de escucha. Recoge las luces que hayas recibido, agradece la
presencia del Señor y su amor, la sientas o no. La oración es cuestión de fe,
de tiempo, de constancia… y de compromiso.
Mira hacia fuera. ¿No
empiezas a verlo todo de otra manera? Los demás, la vida de cada día, aquello
que sucede en el mundo… tienen ya otros colores, colores de esperanza y de
amor.
VII
La huella de la oración
La oración deja huella
en nuestro interior. No se trata de tener buenos deseos, ni de hacer aquello
que llamamos buenos propósitos. La oración, como la amistad, es sobre
todo un DON, un regalo que, acogido desde el corazón, va haciendo crecer algo
nuevo, nos cambia. Y eso se noto por fuera, son aquellas deja confirmadas
con obras.
Todos los sentimientos
que puedan surgir en la oración tienen una importancia relativa. Lo único
fundamental es esa obra de Jesús en ti, unida a tu respuesta, se va reflejando
en otra manera de estar y actuar en la vida, con otros valores, otros
criterios, otros sentimientos profundos. Él nos quiere sin medida ni
condiciones. Quererlo no es cosa de palabras bonitas, sino servir con
justicia, fortaleza y humildad. Buen camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario