martes, 13 de septiembre de 2016

Tu rostro en cada esquina























Tu rostro en cada esquina

Señor, que vea…
…que vea tu rostro en cada esquina.
Que vea reír al desheredado,
con risa alegre y renacida.
Que vea encenderse la ilusión
en los ojos apagados
de quien un día olvidó soñar y creer.
Que vea los brazos que,
ocultos, pero infatigables,
construyen milagros
de amor, de paz, de futuro.
Que vea oportunidad y llamada
donde a veces sólo hay bruma.
Que vea cómo la dignidad recuperada
cierra los infiernos del mundo.
Que en otro vea a mi hermano,
en el espejo, un apóstol
y en mi interior te vislumbre.

Porque no quiero andar ciego,
perdido de tu presencia,
distraído por la nada…
equivocando mis pasos
hacia lugares sin ti.

Señor, que vea…
…que vea tu rostro en cada esquina.


José Mª Rodríguez Olaizola, sj

martes, 6 de septiembre de 2016

Testimonio de una pradosiana laica y militante de ACO




Creo que Dios tiene su plan en todo, en todos y todas, en cada uno de nosotros; Él nos lo va mostrando a lo largo de la vida y espera pacientemente nuestra respuesta libre, porque quiere que sigamos su plan, su llamada, libres y por amor, pese a todas nuestras carencias. Dios nos crea, nos da la vida, nos pone en este mundo, nos señala un camino y nos lleva por él, con él y hacia Él; creo que el Señor es el autor, el trabajador, “mi padre continúa trabajando y yo también trabajo” (Jn 5,16). Él es quién construye: “Si el Señor no construye el edificio en vano es el afán de los constructores” (salmo 127). Digo esto porque yo me he sentido también así de alguna manera, quiero decir me he sentido llevada por él, por este camino que me ha ido señalando, unas veces cogida de la mano, otras empujada, otras llamada desde más lejos… Intentando seguir con mis carencias y miserias sus pisadas, con la certeza y la esperanza de que Él va delante. Que Él es la verdad, la salvación, la vida, el camino que lleva al Padre, ese Padre, ABBA, que tanto nos ama, que nos da el amor auténtico, que nos da la verdadera felicidad.
Nací en el seno de una familia trabajadora, sencilla y profundamente creyente. Dios me ha ido trabajando desde siempre, que yo recuerde desde que tengo conciencia de mí misma, pese a que he sido rebelde, no demasiado dócil y no le he abierto la puerta de par en par; a pesar de ello, él nunca me ha dejado.
En la adolescencia, como todo el mundo, me planteaba la vocación: “¿Qué quiere Dios de mí?” Es una pregunta que de vez en cuando  la vas repitiendo a lo largo de tu vida. Siempre he sentido dos fuertes atracciones: Jesucristo y los más pobres, creo que la una te lleva a la otra, no se pueden separar. Poco después de venir a Catalunya, inmigrada, trabajando en la fábrica, ver y vivir la explotación de los jóvenes como también la falta de fe de estos jóvenes. Me cuestionaba: ¿Cómo puedo llamarme cristiana y no conocer a fondo el Evangelio? Y ¿Qué puedo hacer ante esta realidad? Estaba muy verde aún, pero...
Poco después conocí la JOC con todo lo que eso representa, ya lo sabéis.
En esta época conocí al Pere y comenzamos un camino juntos: una opción de pareja, de familia, desde la fe, la vida, los jóvenes, en el mundo obrero, creo que hemos ido haciendo un buen equipo. Más tarde, el paso a la ACO, con toda la experiencia vivida, la vida en el movimiento, la formación, las responsabilidades, los testimonios recibos… Los ejercicios espirituales. El conocimiento de diversas espiritualidades dentro de la Iglesia, que nos facilitó precisamente el movimiento, entre ellas también el Prado. Por esta época, alrededor de los 40 años, sentía una fuerte inquietud, alguna cosa me iba por dentro: el mundo necesita conocer a Jesucristo; el mundo obrero, los más pobres tienen derecho ¿Estoy haciendo lo que es preciso? Y vuelve a surgir la pregunta: “¿Qué quieres, Señor, de mí en esta época de mi vida?” Hablo con el consiliario de mi grupo de RdV., el Tano, él me ofrece hacer estudio de Evangelio personal, con la metodología del Prado. Para transmitir a Jesucristo, para darlo a conocer, es preciso que lo conozca más a fondo, más de cerca, que me relacione con él, escuche su palabra y en el Evangelio descubra como Jesús dice sí a su Padre, como educa y evangeliza a los discípulos, a sus apóstoles, como transmite el amor del Padre, como ama, cura y salva a los pobres… Y Así estudiando a nuestro Señor Jesucristo en todo el Evangelio, como dice el padre Chevrier, fundador del Prado, y disfrutando de él te surgen nuevas preguntas, y vas bebiendo de ese pozo inagotable que es el Evangelio, para conocer a Jesucristo, quererlo más y seguirlo más de cerca. Ese tesoro, ese regalo no es para esconderlo sino para compartirlo, y te lleva a compartirlo con los demás, sobre todo con quienes más lo necesitan, con los más pobres y con la fortaleza y la acción del Espíritu Santo, con la celebración de la Eucaristía.
El padre Chevrier, fundador del Prado, decía a sus colaboradores: “¿Sentís que esa gracia nace en vosotros? O sea, ¿sentís una atracción interior que os empuja hacia Jesucristo?, ¿un sentimiento interior lleno de admiración por Jesucristo, por su belleza, grandeza, bondad infinita que él hace venir hacia nosotros, un sentimiento que nos seduce y que hace que nos entreguemos a él?, ¿un pequeño soplo divino que nos empuja y que viene de arriba, una lucecita sobrenatural que nos ilumina y nos deja vislumbrar a Jesucristo y su hermosura infinita? Si sentimos en nosotros este aliento divino, si percibimos esta lucecita, si nosotros nos sentimos atraídos, aunque sea una pizca nada más, hacia Jesucristo: ah! cultivemos esa atracción, hagámosla crecer mediante la plegaria, la oración, el estudio, para que aumente y produzca frutos…” Y  también decía, entre otras muchas cosas expresando el dolor ante la realidad brutal de la explotación: “Al ver a los niños de nuestros tiempos, el cuidado que se pone para que sepan realizar un determinado trabajo u oficio, y la dejadez que tienen en todo aquello que mira a su salvación o a su moral, parece que no tienen otro destino que el de las máquinas en torno a las cuales se mueven, o aún más, tal y como alguien ha dicho, ellos mismos no son nada más que máquinas de trabajar hechas para enriquecer los amos”. Y, al tener claro que se quería dedicar plenamente a ser un catequista para los pobres y formador de apóstoles: “Es preciso instruir a los ignorantes, evangelizar a los pobres. Ésa es la misión de nuestro Señor. Es la misión de todo sacerdote, la nuestra en particular, es la parte que nos toca. Ir a los pobres, hablar del Reino de Dios a los obreros, a los humildes, a los pequeños, a los desamparados, a los que sufren, Oh! Que nos sea permitido ir como nuestro Señor, como los apóstoles, en público y por las casas, en las plazas, en las fábricas, en las familias, llevar la fe, predicar el Evangelio, catequizar, hacer conocer a nuestro Señor”.
Hay cinco puntos esenciales del carisma del Prado que brevemente señalo:
1.   El conocimiento de Jesucristo debe ser la fuente de nuestra existencia y el punto de convergencia.
2.   La evangelización de los pobres, haciendo que el pobre llegue a ser sujeto activo, libre y que se comprometa.
3.   El Espíritu Santo, ni el punto 1 ni el 2 son posibles sin él. No hay vida pradosiana ni cristiana sin el Espíritu Santo. Él es el protagonista de la misión.
4.   Vivir pobremente. No se puede evangelizar a los pobres a distancia, ni seguir a Jesucristo a distancia, es preciso un discernimiento sobre lo que es necesario.
5.   Vida en equipo. No se puede ser discípulo sin una vida de equipo. Es preciso una familia.

Este carisma, como todos los que Dios da a la Iglesia, es por su bien y por el bien de todas las criaturas, es para darlo, para compartirlo, porque todos nos enriquecemos del amor de Dios. Todos los carismas son diversos, necesarios y complementarios, todos hacemos que nos fortalezcamos y nos ayudemos para ser colaboradores del Reino de Dios por el bien de toda la humanidad.
Esta espiritualidad del Prado ha ido arraigando en mí, y, junto con Pere y con otros laicos, que sienten esta misma atracción y llamada, laicos de diversos movimientos, vamos haciendo camino, nos vamos formando, vamos conociendo el Prado con el estudio de Evangelio, los retiros, la oración… Vamos madurando y discerniendo esta vocación, en un pequeño grupo del Valles: También con un grupo algo más numeroso, con compañeros y compañeras de Girona, grupo que llamamos cariñosamente “la A-7”, que es por donde pasamos para encontrarnos. En todo este camino nos acompañan, de cerca el Tano Casacoberta y la Pim Queralt. También otros consiliarios de nuestros movimientos que son del Prado.
Ya hace varios años que el Prado de Catalunya nos ha abierto las puertas y participamos en la fiesta de la familia pradosiana, que se hace alrededor de Navidad, ya que todo comenzó por la fuerte conversión que hizo el padre Chevrier una Nochebuena contemplando el misterio de la Encarnación.
Hemos hecho también algunos encuentros ampliados a personas simpatizantes.
Por todo ello doy gracias a Dios.
Bien, ha sido un pequeño testimonio. Si estáis más interesados, estamos a vuestra disposición.
Un fuerte abrazo.

Delia Viedma

lunes, 5 de septiembre de 2016


MANERAS DE REZAR SEGÚN 

SANTA TERESA DE JESÚS



Representad al mismo Señor junto con vos y mirad con qué amor y humildad os está enseñando; y creedme, mientras pudierais, no estéis sin tan buen amigo. Si os acostumbráis a traerle cabe vos, y Él ve que lo hacéis con amor y que andáis procurando contentarle, no le podréis -como dicen- echar de vos; no os faltará para siempre; os ayudará en todos vuestros trabajos; le tendréis en todas partes: ¿pensáis que es poco un tal amigo al lado?  Teresa de Jesús, Camino de la perfección 26, 1.5.

I
¿Qué es rezar?
“La oración mental no es otra cosa que un trato de amistad, estando muchas veces solos en este trato con aquel de quien sabemos que nos quiere.” (Vida 8,5)
Te invito a algo tan sencillo como vivir la amistad con Jesús y alimentar el silencio, en el encuentro personal… en la oración.
Como con cualquier amistad, necesita algunas condiciones para que dure y se haga más fuerte. Para llegar a ser orante has de tener cuidado de:
Tus relaciones con los demás: respeto, amor, solidaridad, perdón…
La relación contigo mismo.
Tu relación con Jesús
Y otra cosa: “determinada determinación” Sólo si empiezas con decisión y entusiasmo, sin preocuparte de las dificultades (que llegan), con constancia…, encontrarás los frutos duraderos de la amistad con Jesús.
  
II
Antes de empezar
Pasemos al momento concreto de la oración. Si empezamos de cualquier manera, podemos encontrar muchas dificultades. Para “ponernos en situación”, te pueden ayudar estas pequeñas pautas:
  •         Busca un ambiente adecuado y de silencio
  •        Prepara un texto del Evangelio,  puede que un símbolo, un canto, una imagen: te ayudara a fijar la atención en Jesús.
  •      Adopta una postura relajada que te ayude a centrarte, a situarte desde dentro.
  •    Poco a poco, toma conciencia de tu respiración, de tu cuerpo, de tu interior, para estar en ti sin dispersión.
  •   Centra ahora tu atención en Jesús, en su presencia amorosa en ti y en todo.


III
Entrando en la plegaria
Ahora debes encontrar tu propia manera de rezar, según tu manera de ser, tu sensibilidad y tu situación. Lo importante es girarse hacia Jesús, contemplarlo y entrar en su misterio con la ayuda de su Espíritu.
Te pueden servir estas sugerencias:
  •       Representarlo vivo en tu interior.
  •       Mirarlo, adentrarte en alguna de las escenas evangélicas.
  •       Contemplar una imagen de Jesús o repetir una frase breve que exprese lo que quieres decirle.
  •       Recitar muy pausadamente el Padre Nuestro, su oración, saboreándola.

  
IV
Más adentro
El centro de nuestra oración es la persona de Jesús. No importa como hayas entrado, la clave está en estar a su lado, dejarte mirar, escucharlo, acoger su luz para conocerlo a él, entrar en su misterio desde tu propio corazón y dejarte envolver por su presencia.
Está allí con él, con el entendimiento callado, mira que te mira, hazle compañía, habla y pide y disfruta con él. Pídele acertar contentándolo, porque todos los bienes te han venido de él.
Es el momento de recibir el don de Dios, de dejarle a él la iniciativa para actuar. Es momento también de responder: una palabra, un gesto, un sentimiento, una petición. Sobre todo es tiempo de reconocer y agradecer -¡su amor hace obras grandes!-. Tiempo de pedir poder conocer su voluntad, de saber cómo te sueña Dios en tu vida concreta.
   
V
Alguna cosa se mueve
La oración no es un momento, es un camino. Te irá descubriendo poco a poco quien es Jesús, su misterio, sus valores, su propuesta, sus sentimientos y el amor con que te acoge y te busca… Al mismo tiempo, te ayudará a conocerte personalmente de otra forma, quien eres. Y como vives. Mirar a Jesús y mirar mirarte tal como Dios te ve y te sueña. No descuides eso, aunque no sea el centro, porque nada más así podemos vivir en la verdad. No hay oración si no es en la verdad, ¡Cómo pasa con la amistad!
También se irá concretando la llamada que Jesús te hace a vivir en libertad interior, la verdadera libertad que da el Evangelio. Sean cuales sean tus circunstancias, te invita a vivir con él y como él. Ser orante es vivir el seguimiento de Jesús con todas sus consecuencias.
   
VI
¿Y después?
A menudo, la oración será tiempo de paz, de alegría interior, de luz…, pero no siempre. Tu momento personal, tu situación, la interpelación en que te encuentras…, hacen que los sentimientos que nacen de la oración sean siempre diferentes.
No evalúes tu oración por esto. Lo que importa es que se produzca el encuentro, que tu actitud sea de atención amorosa y de escucha. Recoge las luces que hayas recibido, agradece la presencia del Señor y su amor, la sientas o no. La oración es cuestión de fe, de tiempo, de constancia… y de compromiso.
Mira hacia fuera. ¿No empiezas a verlo todo de otra manera? Los demás, la vida de cada día, aquello que sucede en el mundo… tienen ya otros colores, colores de esperanza y de amor.

VII
La huella de la oración
La oración deja huella en nuestro interior. No se trata de tener buenos deseos, ni de hacer aquello que llamamos buenos propósitos. La oración, como la amistad, es sobre todo un DON, un regalo que, acogido desde el corazón, va haciendo crecer algo nuevo, nos cambia. Y eso se noto por fuera, son aquellas deja confirmadas con obras.
Todos los sentimientos que puedan surgir en la oración tienen una importancia relativa. Lo único fundamental es esa obra de Jesús en ti, unida a tu respuesta, se va reflejando en otra manera de estar y actuar en la vida, con otros valores, otros criterios, otros sentimientos profundos. Él nos quiere sin medida ni condiciones. Quererlo no es cosa de palabras bonitas, sino servir con justicia, fortaleza y humildad. Buen camino.